Escribe: Suriel Chacon.
El topo de Montesinos
Políticos, funcionarios y periodistas no se atreven a contar esta verdad, ya que se hacen –al mismo tiempo- (disculpen la zafiedad) la pichi y la caca de terror, pánico y pusilanimidad. He hablado con muchos de ellos y, -bajo ningún concepto- encararán al todopoderoso y magnate, Chicho Mohme, actual propietario absoluto del Grupo La República. Chicho Mohme fue, según la versión del propio Vladimiro Montesinos, un topo del fujimontesinismo:
AQUÍ LA EVIDENCIA:
Es menester refrescar la memoria a los peruanos y contarles con prolijidad a los millennials sobre los capítulos importantes de nuestra historia política y periodística de la nación. Ahora bien, ese no es el único escándalo en el que se vio involucrado el apellido Mohme, sino que hay otras desvergüenzas e inmoralidades más graves, que colindan con la traición a la patria. Y, hoy –evidentemente– pasaré a narrar los pormenores de una deslealtad, vileza, insidia, delación, perjurio, maquinación, que quedó enquistada en mi memoria, y que fue perpetrado (en 1997) por el Diario La República:
VEA EL SIGUIENTE TITULAR:
Usted ya pudo ver el titular, ¿no es cierto? Ok, entonces, sigamos: el 17 de diciembre de 1996, un grupo de delincuentes del M.R.T.A. (14 hampones), según ellos, “revolucionarios”. Pero en esencia, pertenecían al crimen organizado (atracadores de bancos, secuestradores y asesinos) ingresaron (17.12.1996) y tomaron -a punta de balas- la residencia oficial del embajador japonés, Morihisa Aoki, ubicado en San Isidro (Lima), donde se estaba llevando a cabo el 63º aniversario del nacimiento del Emperador de Japón Akihito. A ese evento asistieron varios políticos, empresarios y militares, 800 asistentes en total, todos ellos terminaron como rehenes de los encapuchados (armados hasta los dientes), quienes exigían al gobierno de turno (Alberto Fujimori) la liberación inmediata de 465 terrucos, que yacían en diversas cárceles del Perú (entre ellos: Lori Berenson).
Los días, semanas y meses pasaron, el Perú estaba en jaque y, también en los ojos del mundo. Las negociaciones entre el Gobierno, de ese entonces, y el M.R.T.A., que mantenía a decenas de prisioneross en la indicada residencia oficial del Japón, cada vez se complicaban más. Los criminales amenazaban con asesinar uno por uno a las decenas de rehenes, si el gobierno hacía caso omiso a sus exigencias. De manera inteligente, Fujimori dilataba el tiempo, ya que había un plan militar secreto para rescatar a todas las víctimas: se estaba cavando un túnel por donde iban a ingresar el comando denominado Chavín de Huántar para liberar a los retenidos.
Pero allí ocurrió la traición a la patria perpetrado por el diario La República. Es mi opinión. Medio de comunicación que, de manera insólita, alertó a través de una megaportada a los terroristas que había una excavación: “El túnel sí existe: Hace dos meses, La República inició un paciente seguimiento de las excavaciones”. Ese fue el titular que circuló a nivel nacional y que –obviamente– llegó a las manos de los terrucos. Esto pudo acabar en un río de sangre. Pero felizmente, allí nomás, se llevó a cabo uno de los operativos militares de rescate más gloriosos de la historia de la humanidad, no lo digo yo, sino expertos del mundo en temas de seguridad y rescate. El Diario La República no jugó a doble cachete, sino a uno solo.
De acuerdo con información de una de mis fuentes, por ese motivo, la mayoría del Congreso decidió, de manera acertada, retirar y/o cambiar (por sugerencia de un ex alto mando del grupo de militares que encabezó el cinematográfico y exitoso rescate en la residencia del embajador japonés) el nombre Gustavo Mohme Llona, que llevaba uno de los salones del Congreso, a Héroes de la democracia. Como tiene que ser. De acuerdo con la versión de esta fuente, el fundador de La República habría respaldado la nefasta portada de su medio de comunicación, sin darse cuenta que estaba cometiendo un grave delito, y no solo ello, sino que también puso en riesgo la vida de cientos de personas.
¡APLAUSOS A ESA DECISIÓN!
Y, por último, Gustavo Mohme Llona no hizo sino hacerse multimillonario, él y sus generaciones, con un bien público y con un derecho fundamental: la información.