Escribe: Máx Obregón
Angélica Aranibar es una aguerrida periodista a quien conozco desde que fue mi alumna hace más de 20 años; combativa, contestataria, indoblegable, así es ella. Hace dos años le detectaron un cáncer y hace nueve meses perdió a su Pedro de toda la vida como consecuencia de una negligencia médica. Ambos dolores la sumieron en una profunda depresión del que estaba saliendo no solo con tratamiento médico sino con el apoyo de esa inmensa legión de amigos y colegas que cosechó a lo largo de su vida. Su recuperación y tratamiento médico se han frustrado porque a un político le importó un carajo comportarse como ser humano.
Richard Acuña es el segundo vicepresidente del Congreso y conozco de él que es un mozalbete que llegó hasta el parlamento por ser hijo de un excandidato presidencial desembarcado por acusaciones de plagio. También sé que integra la mesa directiva producto de negociaciones nada claras luego de tomar distancia de su aliado PPK porque no quiso entregarle un ministerio al hermano de su papá y tras bajarle el dedo a Iberico a quien el nuevo jefe de estado le propuso ser Ministro de Defensa. También recuerdo que le gusta ostentar su dinero por lo que puede comprar zapatillas de 700 dólares, además que también heredará una cuantiosa fortuna.
A este bisoño padre de la patria, que hace alarde de su sensibilidad humana para con los que menos tienen y más necesitan de una mano amiga, no se le movió un pelo para dejar a Angélica sin empleo y sin tratamiento médico porque ya tenía previsto reemplazarla por militantes de su partido.
Si te indigna este caso, compártelo para que la ciudadanía conozca como se comportan quienes se autocalifican como la nueva hornada de “políticos no tradicionales”.
[Texto publicado en el perfil personal del periodista: Máx Obregón]