Quien se iba a imaginar que a la vista de los sondeos de opinión, en los que la población se mostraba harta de la inmoralidad en el país, tanto de sus políticos, como de sus empresarios, policías, funcionarios públicos y entidades extranjeras, “la moral” entraría en campaña electoral.
Esa es la razón por la cual todos los candidatos quieren luchar decididamente contra la corrupción, generadora de todos los males del país; y, claro, también es la razón por la cual todos quieren meter preso al contendor político, pues como sabemos tiene acusaciones de corrupto.
La Contraloría de la República, en la reciente Conferencia Anticorrupción Internacional – CAAI -suelta de huesos, nos muestra en cuadros estadísticos que la Policía Nacional, el Poder Judicial y el Congreso de la República son las 3 entidades que más percepción de corrupción tiene nuestra población. En cuarto lugar están los partidos políticos.
El dicho popular nos dice “cuando el río suena, es porque piedras trae”, y si nos guiamos de ese ruido estadístico de la Contraloría, entonces podríamos decir que estamos frente a un fenómeno complicado de analizar, de investigar, así como de enfrentarlo con eficacia. Ahora bien, no es la primera vez que escuchamos a los políticos hablar en contra la corrupción, recordarán en la campaña de Toledo a un candidato al Congreso pronunciar su eslogan “Fuera los Corruptos” ¿y qué pasó luego? Respecto a la corrupción no pasó nada, y respecto al congresista, terminó lleno de juicios por defraudación tributaria entre otros.
La memoria de los electores no es un buen referente para esbozar promesas estructuradas científicamente contra la corrupción, es decir, como fácilmente se olvidan de las promesas de las elecciones anteriores, les es muy fácil ilusionarse con las “nuevas promesas” de un país maravilloso en manos de los candidatos puros, probos y luchadores del mal. Entonces, en los planes de gobierno leemos promesas de erradicación de la corrupción en un abrir y cerrar de ojos con solo elegirlos y llevarlos al poder.
La competencia electoral obliga a mostrarse como el candidato más ético y moral, y desde luego, por lo bajo atacar a los adversarios como los más corruptos y venales.
¡Voten por mí, porque los demás candidatos son corruptos!
Ya es un clásico ver a “la moral en campaña”. Sin embargo, sabemos en el fondo de nuestras reflexiones, que la moral es la más violada de las promesas de los candidatos al ejecutivo como al legislativo. La ética se quedará en los planes de gobierno, la conducta moral en las palabras gritadas en las plazas y balcones y que el viento se llevará sin rumbo.
Según Datum (2003) el 49% de peruanos creemos que la PNP es la institución más corrupta.
También el 49% de peruanos creemos que el Poder Judicial es poder del Estado más corrupto.
El 48% creemos que el Congreso está corrompido institucionalmente.
Sólo un 25% cree que los partidos políticos están corruptos, sin embargo, esta última percepción tal vez se deba a la poca cultura democrática que tenemos, ya que no identificamos la institucionalidad de los partidos políticos como la base de la democracia. La percepción de las mayorías es que estos grupos políticos aparecen solo en época electoral y son casas de subasta de puestos al congreso o al ejecutivo o tal vez de puestos en la administración pública.
Los peruanos no hemos hecho hasta el día de hoy un verdadero diagnóstico científico de la corrupción en el Perú, a pesar que tenemos estudios preliminares como el magnífico trabajo de Alfonso W. Quiroz, “Historia de la corrupción en el Perú”, que a mi modesto entender debe ser uno de los estudios básicos para iniciar muchas jornadas universitarias y científicas que nos permitan identificar este fenómeno que nos está dilapidando cada día.
Evidentemente no será fácil luchar contra la corrupción en nuestro país, pues este fenómeno o enfermedad es muy profunda e implica intereses muy grandes, adicciones al dinero y al poder muy fuertes, de raigambre histórica que para combatirla no sólo se requerirá de políticas claras y decididas, sino fundamentalmente de un profundo conocimiento de cómo opera y quiénes son sus principales actores.
Por eso amigo lector, al momento de elegir un candidato debemos tener mucho cuidado, primero analicemos el alcance de sus promesas y el nivel de sociedad perfecta que nos ofrece, y de otro lado, miremos bien si es conveniente darles todo el poder, es decir, tanto en el ejecutivo como en el legislativo. Tal vez la mejor opción es elegir a un presidente de un partido y al congreso de otro partido, así los obligamos a balancear ese equilibrio de control del poder y del gasto público.
(Imagen de portada: LaRepública)