Vicente tiene 84 años y ha sido tildado de loco, luego de que hace unos años decidiera irse a vivir a una despejada tierra a unos 200 km de Sao Paulo, Brasil, para empezar a plantar árboles.
“Cuando empecé a plantar, la gente me decía: ‘No vas a poder comer las semillas, porque la planta tarda 20 años en dar frutos”, relata Antonio Vicente a Gibby Zobel, reportero de la BBC.
“Yo les decía: ‘Voy a plantar estas semillas, porque alguien plantó las que estoy comiendo ahora. Así que las plantaré para que otros las coman”.
Vicente compró el terreno en 1973, época en la que el gobierno militar de su país buscaba impulsar la agricultura y ofrecía facilidades de crédito para invertir en tecnología agrícola.
Desde niño, Vicente, criado en una familia numerosa de campesinos, vio como la expansión de los campos destruía los bosques, la flora y fauna local, y cómo la falta de árboles afectaba los recursos hídricos.
“Cuando yo era niño, los campesinos cortaban los árboles para crear pastizales y por el carbón. El agua se secó y ya no regresó”, cuenta el anciano.
“Yo pensé: ‘el agua es valiosa, nadie fabrica agua y la población no deja de crecer. ¿Qué va a pasar? Nos quedaremos sin agua'”.
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Siendo consciente de que los bosques eran fundamentales para la conservación del agua, pues estos absorben y retienen agua en sus raíces, además, evitan que se erosionen los suelos, Vicente decidió recuperar el bosque.
A sus 14 años se mudó a la ciudad y empezó a trabajar como herrero. Esta época no fue fácil para él. “Terminé viviendo bajo un árbol porque no podía pagar la renta. Me bañaba en el río y vivía bajo el árbol rodeado de zorros y ratas. Juntando muchas hojas me hice una cama y dormía allí”, le cuenta Vicente a Zobel.
Sin embargo, tras reunir un capital decidió vender su negocio y comprar unas 30 hectáreas en una región de montañas bajas, cerca de San Francisco Xavier, una localidad de unos 5 mil habitantes.

Foto: BBC/GIBBY ZOBEL
Allí empezó a plantar árboles, uno por uno, convirtiendo la zona en lo que ahora es un bosque lluvioso tropical de cerca de 50 mil árboles. Sin embargo, su labor iba en contra de lo que ocurría a su alrededor: durante los últimos 30 años en que reforestó su terreno, cerca de 183 mil hectáreas de bosque atlántico en el estado Sao Paulo fueron deforestadas para dar lugar a la agricultura.
Según la Fundación Bosque Atlántico SOS y el Instituto Nacional de Brasil para la Investigación Espacial (INPE), el bosque Atlántico cubría originalmente el 69% del estado de Sao Paulo. Hoy día, sólo queda el 14%.
Si bien los niveles de deforestación no son lo que fueron cuando alcanzaron su máximo en 2004, al destruirse 27 mil hectáreas de árboles, los niveles han comenzado nuevamente a incrementarse en Brasil.
Solo entre agosto de 2015 y julio de 2016, se destruyeron 8 mil hectáreas de selva, lo que significó un 29% más que el año anterior y el nivel más elevado desde 2008, según el INPE.

Foto: AFP
“En 1973 no había nada, como puedes ver. Era todo un pastizal. Mi casa es más hermosa que lo que ves aquí, pero hoy no podrías tomar una foto desde ese ángulo porque la tapan los árboles, que son tan grandes”, dice.
Gracias a su labor de décadas dando viva a este nuevo bosque, cuenta que incluso se ha convertido en hogar de muchas especias de animales. “Hay tucanes, todo tipo de aves, un gran roedor llamado apaca, ardillas, lagartijas, zarigüeyas, e incluso están regresando los jabalíes”.
“Tenemos un pequeño jaguar y un ocelote, ¡que se come todas las gallinas!”, dice riendo.
Finalmente, y más importante aún, es que logró regresar los cursos del agua. Cuando recién compró el terreno había una sola fuente, hoy hay cerca de 20.
[Con datos: BBC (Gibby Zobel)│Imagen de portada: GIBBY ZOBEL]